23/9/09

H. Martenstein - Una casa incómoda y arrogante: la Bauhaus bajo examen


Una casa incómoda y arrogante


Harald Martenstein

Die Zeit, 18 de julio de 2009
(http://www.zeit.de/2009/30/Bauhaus-Probewohnen)



Nueve habitaciones, dos sanitarios, dos cocinas, baño con bañera, 250 metros cuadrados de superficie habitable: no suena nada mal. Pero cuando uno entra a la Meisterhaus [Casa de maestros] en Dessau, en la que entre 1926 y 1929 vivió y trabajó Oskar Schlemmer junto con su esposa Tut y sus tres hijos, comprueba que se trata quizá de la casa de 250 metros cuadrados más pequeña del mundo. Tiene demasiadas puertas. Solamente en el baño, por ejemplo, hay tres. Además, el baño tiene una ventana enorme, lo cual suena bien al principio. Pero esa ventana gigantesca se encuentra directamente al lado de la bañera: la persona que se ducha puede ser vista por el público de Dessau en toda su magnitud. Si alguien tiene algo en contra de eso, tiene que cubrir la ventana con una cortina. Entonces el baño queda sumido en completa oscuridad, y uno tiene que prender la luz.
El radiador cuelga bajo el techo. La mayoría de los arquitectos de la Bauhaus de los primeros años se resistían a las paredes cubiertas de cuadros. Así que esta calefacción debía ser un adorno, el reemplazo de una pintura. Por eso mismo, por motivos ideológicos, cuelga aquí un radiador justo donde uno, el individuo que se baña, relativamente libre de ideologías, menos lo querría tener.

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De todos los movimientos de liberación humana del siglo xx, buenos o malos, ingenuos o grandiosos, la Bauhaus es quizá el mejor parado hoy en día. Techos planos, series de ventanas, simetría, ángulos rectos, mucho vidrio, mucho vacío: eso es la Bauhaus, y precisamente esto es hasta hoy la esencia de la arquitectura “moderna”, en Alemania, Nueva York y en Dubai. La Bauhaus, escribió un crítico, es posiblemente el “último estilo”, el final de la historia en uno de sus campos. En todo caso, desde entonces ningún otro nuevo estilo ha podido establecerse permanente y universalmente.

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La Bauhaus usaba en sus escritos el c
oncepto del “nuevo hombre”, publicaba manifiestos, reconocía a los “maestros” y a su modo –que por supuesto no era asesino– podía también ser un poco totalitaria. Walter Gropius ordenó que a través del retoque de una foto del interior de las casas de maestros se eliminaran los cuadros de las paredes, de modo semejante a como León Trotski fuera borrado de las fotos soviéticas. La estricta prohibición de cada ornamento, de cada detalle que distrajera de la genialidad del arquitecto, puede ser leída como expresión de una pretensión de omnipotencia y de una considerable vanidad. Las casas maestras se encuentran en un bosque de pinos, sin jardín. ¿Por qué? Porque Gropius no soportaba a ningún arquitecto de jardines al lado suyo.

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Las puertas son bastante estrechas. El nuevo hombre no puede ser particularmente gordo. Y además son bajas. El fotógrafo que me acompaña, con sus dos metros de estatura, es ciertamente un hombre grande, pero no extremadamente grande: no puede cruzar por la puerta. Por el contrario, los armarios en la cocina cuelgan tan alto que las personas bajas no los pueden alcanzar. Quien quiera vivir sin demasiado estrés en la Meisterhaus de la más famosa, más influyente, supuestamente la mejor escuela de arquitectura del mundo, debe tener mínimo 1,70 m., máximo 1,90 m. de estatura.

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No es el hombre, tan equivocado, tan débil de carácter, tan cómodo y tan variado como es, quien decide aquí. Es la idea. La idea, y el maestro.
Mi dormitorio, en el primer piso, también fue el dormitorio de Schlemmer. Parece un cuarto de hospital, quizá a causa de las paredes tan blancas. Bueno, al menos he tenido más suerte que el profesor de la Bauhaus Georg Muche, cuya habitación fue pintada de negro por el gurú del diseño de interiores Marcel Breuer. Después de la primera noche, Muche estaba tan consternado que nunca volvió a entrar al dormitorio. Por lo visto, cambiar el color de las paredes es
taba prohibido.

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Las dos habitaciones de los niños se encuentran bajo un mismo techo, son pequeñas y bajas. Uno de los cuartos tiene una ventana que conduje a una terraza. La barandilla en la terraza tiene 70 centímetros: se ve fatal, y para un niño algo así debe ser al menos un riesgo vital. El otro cuarto, por su parte, sólo tiene una ventana estrecha demasiado alta, a la altura de un adulto. Así que los hijos de Schlemmer, o bien no podían mirar por la ventana, o se caían todo el tiempo desde la terraza. Clar
o que podían elegir. Entre los dos dormitorios hay una puerta, pero a un nivel más alto que el suelo, bajo ella 20 centímetros de muro. Una puerta pues, que flota en la pared, como en un cuadro surrealista.
Una de las peculiaridades de las casas de maestros son las dos cocinas: una pequeña para cocinar, otra pequeña para lavar. Supuestamente era algo muy práctico. Ahora bien, yo no cociné allí, pues la casa es un museo entre las diez de la mañana y las seis de la tarde, y no hay una estufa. La sala tiene una especie de ventana en saliente, pero demasiado pequeña para servir de algo.
A la Bauhaus le fascinan las ventanas enormes, pero justamente en la sala éstas son relativamente pequeñas. Uno quisiera mirar por la ventana desde la sala, ¿no? ¿Desde dónde más, acaso desde el baño?
Yo nunca viviría en una casa así. Yo quiero poder mirar de
sde la ventana, no quiero ducharme desnudo frente a todos los habitantes de Dessau. Antes tendría que ir seis meses cada día al gimnasio.

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Tengo una cita con el nuevo director de la Bauhaus, Philipp O
swalt […] La más importante y significativa Meisterhaus, la casa de Walter Gropius, fue destruida por las bombas durante la Segunda Guerra Mundial La pregunta es: ¿será reconstruida de nuevo?
Oswalt dice que eso es imposible. Algo así ya no es aprobado hoy en día. Esa baranda tan baja, las estrechas puertas, todo es demasiado peligroso y no apropiado para minusválidos. Aparentemente, el nuevo hombre, capaz de cruzar por esas puertas imposibles, jamás surgió. El director de la Bauhaus vive en Berlín-Schönefeld, en un apartamento antiguo con estuco y puertas de dos hojas. Dice que es una simple coincidencia. Fui, también por coincidencia, invitado del antiguo director, Omar Akbar: también él vivía en un apartamento antiguo de inicios de siglo. Con la Bauhaus sucede lo que con el socialismo real: es más fácil estar en la teoría que vivir en un edificio concreto de la Bauhaus.

[…]


Mañana me preguntarán: “¿
Sintió el espíritu de la casa? ¿Cómo es?” Y yo les diré, que es como en la película Noche en el museo. Claro, es un museo, durante el día uno escucha las voces de los visitantes, y por las noches los gritos de los hijos de Schlemmer cuando caen de las terrazas. Los muros de esta casa permiten que uno escucha todo. Los empleados del museo trajeron para mí un par de muebles de IKEA, el heredero legítimo de la Bauhaus: diseño barato y bueno, y cuadra bien aquí. Pero la casa es incómoda. Es una casa incómoda y arrogante. Lo bello, a fin de cuentas, es lo superfluo […]





* Por la traducción: Copyright / Derechos reservados de autor HDCA

* Imágenes (de arriba abajo): foto de comedor Bauhaus con muebles de Marcel Breuer; tres fotos de las "Casas de maestros" de la Bauhaus en Dessau: a izquierda y derecha: la casa de Oskar Schlemmer; en el centro: escaleras de la casa de Paul Klee.

2 comentarios:

Irma Alfonso dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Irma Alfonso dijo...

Genial el artículo de Martenstein. Me he reído y coincido en todo salvo en una cosa: la conclusión. Como el caso es comentar, pues comento: El Sr Martenstein afirma que a fin de cuentas lo bello es lo superfluo y yo le digo que puede que algunas cosas superfluas sean bellas -otras no- pero que, en mi opinión, lo que separa a la Bauhaus de la belleza es que su austeridad no es fruto de una búsqueda de lo esencial basada en la naturaleza humana -o divina- y enfocada hacia ella, sino en la vanidad del creador. Esta fea manía iniciada por la Bauhaus impregna las grandes obras de los "grandes maestros" de hoy.
Gracias por el artículo.